Ensayo sobre la lucidez, de Saramago: mi reseña y algo más.

Ayer terminé, por fin, el Ensayo sobre la lucidez de Saramago: la historia de una ciudad, afectada tiempo atrás por una epidemia de ceguera blanca, que un buen día sin acuerdo previo decide ejercer masivamente su derecho al voto en blanco y no apoyar a ninguno de los partidos candidatos al gobierno. 

No es que se me hiciera penosa su lectura, como pudiera adelantar ese “por fin” dejado caer al principio de esta reseña. El tema es más que sugerente y la prosa de Saramago, como ya he dicho otras veces, disfrutable letra a letra. Pero sí que me hizo un poco de daño, sobre todo el final. Confieso que incluso apuré las últimas páginas, el trago amargo del que se quiere salir pronto y cuyo regusto intuimos penosamente duradero. 

Quizás yo esperaba un final como el de su predecesor, el Ensayo sobre la ceguera, más o menos feliz. Allí al menos la gente recuperaba la visión y con ella, aunque cueste creer que la pérdida de un sólo sentido pueda arrebatárnosla, la condición humana. Mirándolo bien, este duro final es todo lo feliz que se puede esperar en una situación como la planteada en este otro Ensayo. 

Nada más lejos de mi deseo el que la gente de esta ciudad saliera de esta nueva epidemia, la del voto en blanco. Uno incluso llega secretamente a desear que este “mal” salte de la literatura al mundo real y se globalice. Lejos de deshumanizarlos y al contrario del evento anterior, este no hizo más que abrir los ojos a estos ciudadanos y mostrarles el absurdo en que se había convertido la sociedad. 

 La "sanación", el regreso a la normalidad, esta vez hubiera equivalido a condenarlos a la ceguera eterna de la que ya habían tenido un avance cuatro años atrás (en el primer Ensayo). Algo así hubiera sido tan doloroso como si antes se hubieran quedado ciegos para siempre. Lo que fue cura para la primera ceguera se hubiera convertido en catalizador para la segunda. 

Pero no puedo negar que me dolió que, en medio de este despertar de conciencia generalizado, los largos tentáculos de un sistema agonizante alcanzaran tan violenta e impunemente a los protagonistas. Pensé que el autor podía haberles evitado la tragedia, a ellos y a mí. E inmediatamente pensé que (¡bien por Saramago!) de haberlo hecho, el lector y/o su inconsciente, acostumbrados a evitarse sufrimientos, hubieran elegido borrar un poco los horrores de los que un sistema enfermo es capaz con tal de mantenerse. 

El dolor por tanto es necesario, aunque no por eso duela menos. 

Ambos libros se me han revelado, pues, como las dos caras de una misma moneda: la ceguera y la clarividencia; la deshumanización y la toma de conciencia; la barbarie espontánea y la civilidad auténtica; la vuelta a la normalidad como una cura y, como algo no menos saludable, el salto cada vez más necesario hacia lo desconocido, hacia el próximo nivel del juego. Hay quien dice que son obras independientes. Yo creo que son complementarias.

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Aunque el Ensayo sobre la ceguera lo leí hace ya más de 15 años, pueden encontrar mis impresiones a posteriori en: Perdón desde mi inconsciente.
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¿Han leído alguno de estos dos libros? ¿Que opinión les merecen? 

¿Qué creen que sucedería en este mundo nuestro, el real, si nos viéramos atacados por epidemias semejantes?


Comentarios

  1. Vaya...No sabía que Ensayo sobre al ceguera tenía una "continuación" vamos a ver cuándo la encuentro disponible en la biblioteca o si quizás me hago a ella ;-)

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    1. Recuerdo cuando leímos ese libro que se habló del segundo, quizá no lo recuerdas :)

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    2. No sabia que lo habian leido en el grupo. Me imagino que habra levantado un fuerte debate!
      Besos!

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    3. Emma, si la lees ya me contaras que te parece.
      Besos!

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    4. Si, el debate de Ensayo sobre la ceguera fue muy bueno, no nos explicábamos cómo era eso de la ceguera blanca, nuestras conclusiones fueron muy variadas, creo que el final a todos nos gustó :P

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    5. Miriam, yo le di la explicacion mas sencilla aunque no sea quizas la correcta: era blanca para remarcar su 'innaturalidad', para diferenciarla de la negra. Ya ves que a mi mas que gustarme, me marco.
      Besos!

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    6. Pues para mí era una ceguera espiritual :P la única que era capaz de comprender, amar y perdonar nunca perdió la vista!!!
      Besos!

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