Un fantasma!!

En estos dias me he estado acordando mucho de mi infacia, sobre todo de un hecho -o una temporada- en específico...

Y es que resulta que he descubierto las cremas, las cosméticas.

En Cuba ni soñar con las cremas. Era algo que mi mamá usaba cuando yo era una niña... Luego desaparecieron del mercado y, para cuando crecí lo suficiente como para usarlas, ya no había quién me enseñara... Tampoco es que fuera muy necesario: con el calor sofocantemente húmedo que se vive allá, usar cremas, cualquiera que sea, es una especie de suicidio. Incluso de noche, las gotas (por no decir los ríos) de sudor corren gruesos y grasientos a toda hora. Es incomodísimo, en verdad.

Pero aquí, clima reseco y más que reseco, un día me dí cuenta que a mis escasos treinta años se me estaban desarrollando demasiado a prisa las arrugas... ¿Quién tiene tiempo de preocuparse de arrugas a los treinta, verdad?? Pues imagínense qué tan alarmante era el desarrollo de los surcos alrededor de los ojos que empecé desesperadamente a buscar alguna solución.

Por suerte, se me ocurrió comentarle a mi compañera de trabajo, quien ha vivido toda su vida en esta sociedad ye stá acostumbrada a esto, y, como colofón, a sus años (no sé exactamente cuántos) no tiene ni una sola arruga. "¡¿Cómo le haces?!" "Pues -me dijo entre preocupada y divertida-, el problema es que ustedes, las cubanas, se creen que el resto del mundo es como Cuba, y que su linda piel les va a durar eternamente. Pues no... "

Y justo entonces comenzaron mis clases de cosmetología... Que si la crema revitalizante, que si la hidratante, que si la reafirmante, que si la del contorno de ojos, que si la del rostro, que si las del resto del cuerpo, que si la de dia con protector solar, que si la de noche con mas nutrientes para que trabajen en tu piel mientras duermes... "¡¡¡Stop!!!... ¿Y de dónde voy a sacar dinero para todo esto si casi ni para la renta me alcanza?" "Bueno, puedes empezar solo con..."

Y entonces fue que apareció AVON, una línea de cosméticos mucho mucho mucho mas barata que cualquier otra e igual de buena... Y por ahí ando...

Y comencé diciendo lo de mi infancia porque entre las cosas que he descubierto están las mascarillas faciales. Y recuerdo que cuando éramos solo unas niñas, mi amiga Mabel y yo nos acercábamos sigilosamente a la cocina, donde su mamá estaba planchando la ropa justo después de haberse aplicado una mascarilla, y cuando se volteaba hacia nosotras salíamos corriendo y gritando: "Ay!! Un fantasma!", mientras escuchábamos los regaños de su mamá entre risas.

Pueden parecer cosas triviales, sobre todo cuando vives en Cuba, pero aquí se vuelven necesarias... y cuanto!!

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